39.- MILONGA



Sembrando involuntario ese don
de un mar de lenguas contra el viento me desprendo.
Las voces me comandan
las sordina misma de las branquias.
No hay doctrinas;
sólo vida que no vivo
aunque recuerdo que no fueron vivos ni mis versos
empujados por el brindis de los vientos.
Todo se niega asimismo y lo reniego
porque sin mirar atrás también te miento.
No hay ira más sutil que los poemas
por lo cual me descubro
y me declaro sigiloso
furibundo.
Declaro de igual modo
que este vicio me atormenta hasta cercenar mi lengua
y lloro lágrimas de autores
cuando la voz se me atraganta sin abrir la puerta.